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Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella


En Mateo 16:13 al 18, Jesús se refiere a las "puertas del infierno" en el contexto de Cesárea de Filipo. Esta ciudad romana, situada al pie del monte Hermón, sirvió como capital y residencia de los gobernantes romanos después de la muerte de Herodes. Aquí se construyeron templos antiguos dedicados a diversas deidades, siguiendo la práctica común de construir altares y templos en lugares altos, considerados como puertas al cielo. El monte Hermón, al ser el pico más alto de la región, tenía un significado especial. Los griegos veneraban a su dios Pan en este lugar, mientras que los cananeos adoraban a Baal-gad, cerca de allí. Estas prácticas paganas probablemente influyeron en la referencia de Jesús a las "puertas del infierno", contrastando la verdadera fe con la idolatría prevaleciente en la época.

El Libro de Enoc, no inspirado, al que se hace referencia en la Biblia, sugiere que 200 ángeles caídos descendieron sobre el monte Hermón, formando un pacto para seducir a mujeres humanas. Esta unión supuestamente dio lugar a los Nefilim, o gigantes, que corrompieron la genética humana. El Libro de Enoc también afirma que estos ángeles caídos enseñaron a sus descendientes brujería y encantamientos, contribuyendo aún más a la degradación de la humanidad antes del diluvio.


Cesárea de Filipo

Cesárea de Filipo, un lugar venerado por los paganos como su lugar sagrado más importante, se convirtió en el lugar donde Jesús declaró su mesianismo. Esta proclamación sirvió como una declaración profética de guerra contra Satanás y sus demonios. Además, algunos eruditos bíblicos creen que la transfiguración de Jesús, relatada en Mateo 17, tuvo lugar en el cercano monte Hermón. Este evento, donde tres discípulos presenciaron la gloria divina de Jesús, desafió aún más el poder del diablo. En última instancia, la segunda venida de Jesús traerá la victoria final sobre Satanás, que culminará con su captura y confinamiento en el abismo.

La tribu de Dan se estableció al pie del monte Hermón, estableció su ciudad de Tel Dan y construyó un templo pagano dedicado al culto del becerro de oro. Jacob, en su profecía final, vinculó simbólicamente a Dan con una serpiente, una metáfora bíblica de Satanás. Además, Moisés profetizó que Dan sería un cachorro de león, que habitaría en Basán, una región al norte del monte Hermón. Esta conexión geográfica y simbólica con el Monte Hermón, un lugar asociado con el paganismo y los ángeles caídos en el Libro de Enoc solidifica aún más la asociación de la tribu de Dan con la oscuridad espiritual y la rebelión contra Dios.


Puerta de entrada al inframundo

Conocida como la Puerta de entrada al inframundo, Cesárea de Filipo era famosa por el culto a Pan, un dios grecorromano cuya imagen representaba a un hombre con orejas puntiagudas, cuernos de cabro, con cascos en vez de pies que tocaba una flauta de tubos para embrujar a hombres, mujeres y hasta animales a los cuales involucraba en orgias bestiales en el bosque. Los cananeos, ya inmersos en prácticas ocultas, creían que el monte Hermón era el reino de los muertos. Este lugar se convirtió en un centro de idolatría, orgías, rituales extraños e incluso sacrificios humanos. La ciudad, construida sobre una base de roca, enclavada contra el acantilado de "La Roca de los Dioses", albergaba numerosos santuarios tallados en la ladera de la montaña para la colocación de ídolos y ofrendas de sacrificios.


Cesárea de Filipo trascendió su ubicación física y se convirtió en una capital regional de la idolatría, la religión falsa, la brujería y el paganismo de alto nivel. Representó la culminación del mundo pagano gentil y sus prácticas.

Cesárea de Filipo, enclavada en el exuberante paisaje cerca del monte Hermón, era una ciudad famosa por sus actividades inmorales y su culto pagano.


A pesar de su proximidad a las comunidades religiosas de Galilea, las prácticas religiosas de la ciudad contrastaban marcadamente con las de las ciudades judías vecinas.

En tiempos del Antiguo Testamento, esta región de Israel se convirtió en un centro de adoración a Baal. En la cercana ciudad de Dan, el rey Jeroboam estableció un lugar alto que enfureció a Dios y llevó a los israelitas a la idolatría. Con el tiempo, la adoración a los Baales dio paso a la veneración de los dioses griegos de la fertilidad. Cesárea de Filipo, con sus fértiles alrededores, se convirtió en el epicentro de la adoración a Pan, el dios griego de la naturaleza. Los griegos incluso rebautizaron la ciudad como Panias en su honor.

Bajo el dominio romano, Herodes Filipo reconstruyó la ciudad y la rebautizó como Cesarea de Filipo, pero el culto a los dioses griegos persistió. Los habitantes locales construyeron santuarios y templos dedicados a Pan en el acantilado que dominaba la ciudad.

Sorprendentemente, Jesús eligió este entorno pagano de Cesárea de Filipo para transmitir un mensaje fundamental a sus discípulos. En este lugar improbable, entre los restos del culto pagano, los animó a construir una iglesia que triunfara sobre los males más formidables.


Las puertas del infierno

En la mente de los paganos, la cueva de Cesárea de Filipo representaba una puerta al inframundo, la morada de los dioses de la fertilidad durante el invierno. Participaban en prácticas detestables para adorar a estas falsas deidades.

La ubicación única de Cesárea de Filipo en la base de un acantilado con agua de manantial que fluía le agregaba un encanto místico. El agua fluía directamente de una cueva en la base del acantilado, lo que realzaba aún más su asociación con el inframundo.

Los paganos en la época de Jesús creían que los dioses de la fertilidad residían en el inframundo durante el invierno y regresaban a la tierra cada primavera. El agua simbolizaba el inframundo y creían que sus dioses usaban cuevas como portales para viajar entre los reinos. Creían que su ciudad se encontraba literalmente a las puertas del infierno. Cada año, para atraer a su dios, Pan, la gente participaba en prácticas aborrecibles, incluida la prostitución y la bestialidad.

Judíos devotos no visitaban lugares como este

Los discípulos de Jesús debieron haber quedado horrorizados cuando los trajo a esta área. Cesarea de Filipo era similar a un distrito de luz roja moderno, un lugar que los judíos devotos evitarían debido a los actos viles que allí se cometían.

En esencia, era una ciudad de habitantes que tocaban fervientemente a las puertas del infierno.

Jesús lanzó un desafío claro en Cesárea de Filipo: no quería que sus seguidores se alejaran del mal; quería que lo enfrentaran de frente.


De pie en medio de los templos paganos, Jesús planteó una pregunta crucial a sus discípulos: "¿Quién decís que soy yo?" Pedro declaró con valentía: "Tú eres el Hijo de Dios vivo". El contraste entre Jesús, el Dios verdadero y vivo, y las falsas esperanzas de quienes adoraban a dioses "muertos" debe haber resonado profundamente en los discípulos.

Jesús afirmó la declaración de Pedro, diciendo: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Esta declaración, hecha en el corazón de una fortaleza pagana, significó un desafío audaz a las fuerzas de la oscuridad.

Si bien la interpretación teológica de las palabras simbólicas de Jesús por parte de algunos grupos que creían vehementemente que Jesús estaba construyendo Su Iglesia sobre Pedro, el significado parece claro. Jesús proclamó que su iglesia se construiría sobre la “roca” de Cesarea de Filipo, un lugar plagado de nichos para ídolos paganos y dominado por valores impíos.

En el mundo antiguo, las puertas simbolizaban estructuras defensivas. La declaración de Jesús de que las “puertas del infierno” no prevalecerían implicaba un asalto inminente a esas puertas.


Al estar ante una “Puerta del Hades” literal, los discípulos debieron sentirse abrumados por el desafío de Jesús. Después de años de aprender de su rabino, ahora se les había encomendado una tarea monumental: enfrentar el mal de frente y establecer la iglesia en lugares sumidos en la corrupción moral.

El mensaje de Jesús en Cesárea de Filipo fue inequívoco: no quería que sus seguidores se acobardaran ante el mal; quería que asaltaran activamente las puertas del infierno.

Jesús comprendió el ridículo y la hostilidad que sus seguidores encontrarían al enfrentarse al mal. Su desafío resonó poderosamente: independientemente de la feroz oposición, sus seguidores nunca deberían ocultar su fe en Dios.

Jesús enseñó con pasión inquebrantable, incluso cuando otros podrían haberlo percibido como un tonto. En Cesarea de Filipo, Jesús desafió a todos los presentes con una pregunta profunda: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde o arruina su propia alma?” (Mateo 16:25).

En esta ciudad llena de ídolos falsos, Jesús llamó a sus seguidores a un compromiso inquebrantable con el único Dios verdadero. Si bien las deidades falsas prometían prosperidad y felicidad, sus promesas en última instancia sonaban huecas. Jesús, por otro lado, no prometió una vida fácil, pero garantizó la salvación.


El dilema del cristianismo del siglo XXI

Como cristianos de hoy, el desafío de Jesús en Cesárea de Filipo nos hace plantearnos una pregunta crucial: ¿Nos estamos protegiendo defensivamente del mal o estamos luchando activamente contra él?

En nuestra cultura actual, que valora la diversidad, sugerir verdades universales puede ser visto como ofensivo. Señalar el pecado es impopular y a muchos cristianos se les etiqueta de "intolerantes" por no aceptar ciertas conductas e ideas.

Lamentablemente, ha surgido una versión distorsionada del cristianismo, que prioriza lo políticamente correcto y aun asocia lo espiritual con política, por sobre la verdad. Al evitar la ofensa a toda costa, acepta tácitamente el pecado en nombre del "amor cristiano" en lugar de enfrentarlo. Este "amor cristiano" en última instancia suena falso, ya que tolera conductas que dañan a las personas y a las comunidades.


Algunos cristianos optan por evitar por completo la cultura pecaminosa, y se les enseña a adoptar una postura defensiva refugiándose en iglesias, escuelas y hogares, dejando afuera las influencias externas.

Sin embargo, Jesús llamó a sus seguidores a tomar la ofensiva: a proclamar la verdad con valentía y sin vergüenza.

Nuestras escuelas e iglesias deberían transformarse en campos de entrenamiento en lugar de fortalezas, equipando a los creyentes para interactuar con un mundo pecador en lugar de aislarse. Jesús reconoce la inevitable resistencia del mundo pagano, pero nos insta a aventurarnos en esos espacios, estableciendo Su iglesia en las zonas moralmente más decadentes.

El desafío de Jesús nos obliga a hacer introspección: ¿estamos defendiendo pasivamente nuestra fe o la estamos impulsando activamente frente a la oposición?

Consejos prácticos:

·   No temas ser etiquetado como "intolerante". Aceptar conductas e ideas dañinas por evitar la ofensa no es amor verdadero.

·   Prioriza la verdad por sobre lo políticamente correcto o politización. El cristianismo no debe ser distorsionado para encajar en agendas políticas.

·   No te refugies del mundo. En lugar de aislarte, prepárate para interactuar con él y proclamar la verdad con valentía.

·  Transforma tus espacios de fe en campos de entrenamiento. Equipa a los creyentes para enfrentar el pecado en lugar de esconderse de él.

·  Toma la ofensiva. Presenta, establece la iglesia a servir en lugares donde más se necesita, en lugar de evitarlos.

·   Reflexiona sobre tu papel. ¿Estás defendiendo pasivamente tu fe o la estás impulsando activamente frente a la oposición?

En resumen, estos párrafos llaman a los cristianos a ser valientes, a no comprometer la verdad y a involucrarse activamente en traer valores celestiales a la plaza publica.

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